martes, 30 de marzo de 2010

EL TANGO DE UNA NOCHE SIN PARÍS

El cine del desamor
debe ser el canto del delirio.
Veltiskin

Dejar rodar un tango en parís es dejar irrigar la belleza del romance. Regar su nostalgia es inventar los amores de los andantes callejeros del inframundo ilusorio. El tango suelta seguidamente una insipidez de vacua esperanza durante cada estrofa de su final melódico. Trata de evocar, el tango de pureza, por otro lado, un canto de danza, dedicada a la ciudad de las pobres gentes, ellos, unos seres mal enamorados, ellos, los seres del amor pérfido. Es verlos a ellos algo cansados de permanecer destrozados junto al grito de uno y otro corazón, recién reventado en pura desgracia. Luego se estrellan los sentimientos de una exuberante intimidad entre los amantes. Ver danzar así un tango en Francia, un país perfumado de melancolía, pronto me quiere decir y me quiere acuchillar, igualmente, debido al descaro que hay más allá del desprecio a nuestra raza humana. Una raza que es idéntica a toda su profundidad igualitaria de creación universal. Pero ella perdida en su envidia de horror. Eso quiere así esculpir el tango de una noche sin la presurosa parís y sin su río del sena. Evoca la obra cineasta del tango en parís; sólo quizá una ciudad fantasmal que rebota en lamentos de soledades amañadas. Y otra vez se tropieza la desgana de cada alma sombreada otra vez entrevista en cada pobre rincón. Hay así entonces bien retratados unos barrios con lluvias invernales; todo al mismo tiempo que no hay sino pesadumbre, sin rescate, ante las muchas traiciones amorosas, ideadas con el cine francés. Tal como el tango queda también ubicada la muerte en directo. En su mayoría son cintas de romances juveniles, haciéndose rotos, ellos desnucándose y de repente, vuelven al secreto del ser, para luego caer rendidos bajo un cementerio de sobrado sufrimiento.
Así que hay vista desde luego una barriada de delirio que no cesa de mojar los tejados de las casas más bien miserables del inmortal víctor hugo. Esa realidad trata de mostrarse en los pequeños pedazos de hedor sentimental, donde se mecen las afueras, bien dibujadas con la cámara subjetiva del inventor del último tango parisino. Luego quiere resucitarse un alegato de rescate humanista con esta película de desgarro dramático. Esta acusación sale desfilando como una vida poética por parte de los seres indiferentes de su propia sociedad, que anda tan muda y ajena. Y todos ellos inmersos malamente en su perdición existencial; no luchan por su conjunta comunión. Así que con tal propósito de reflexión social, pronto trata de consagrarse por medio del teatro desesperado, una alegoría sobre nuestra miseria espiritual, sobre nuestro pesar perezoso. Eso se identifica en los protagonistas imaginados de dicha cinta ficcional. Entretanto la obra de bertolucci anda dignamente retratada con una lindura pintoresca de expresionismo. Eso es constante en cada puesta cinematográfica de la creación espacial. Hay además desprecio humano, dolor sucediendo allí con repugnancia, durante un punto elevado, por allá cuando sale desfigurada, una rata toda putrefacta de entre la intimidad de paul y jeanne. Cada uno sería su protagonista distinto de la historia. Ambos enamorados serían ambos, durante la novela cineal, una pareja de desconocidos quienes se conocen, debajo de un recinto de luces bailantes. Por lo demás ellos, hombre y mujer, son los personajes más traumáticos de esta obra tan artística. Luego sus amores se desligan suciamente con fatalidad. Y luego allí es donde el hombre saca una rata cobarde de su infame ratonera. Pero del fondo de allí se desborda una lindura de libertad por quererse concretar una sociedad mejor. Se muestra crítica contra nuestra idiosincrasia absurda. Hace allí bertelucci, una objeción por una vida más seria; más respetuosa de rutinas sobrias. Ello del alegato libertario, se siente cuando la bazofia de ratona muerta, quiere ser dada a la indefensa jeanne. Perdonaran la putería, pero así de igual pasa, ante esta cosa dañada de la mente del loco de paul. Tal acción ofende, enseguida al otro semejante, se muestra el orgullo herido del hombre, como una forma toda desmuelada. Obviamente el señor paul quiere darle de comer aquel bicho a la mujer desvergonzada. Lo intenta con su fuerza bruta de hombre animal; menos mal que al final se arrepiente, desde su demencia fugaz.
Entre otras cosas muertas, parte de esta ilustración bestial, me recuerda a la novela del túnel. Una espléndida novela del argentino de ultratumba; ernesto sábato. Por allá en la literatura, sucede entonces, algo similar con un síndrome de desgracia, todo aterrador y lleno de inmundicia. El pasaje del mal de entre las letras, se recuerda con juan pablo castel. El personaje va hablando en su declaración sobre un expianista casual. Ya más aquí y de pronto, el artista de la música, pide algo de comida, lo hace con avidez, porque tiene mucha hambre, pero enseguida del día, le hacen comer una rata, pero viva, una rata viva y sucia.
Ahora bien, volver a la película de bertolucci, el último tango en parís, resulta como un viaje de impresiones veloces desgarradoras. Tales imaginarios de sensualidad con arrojo de erotismo, procuran dar un salto de juventudes recuperadas. El movimiento de un juego fantasmal anda de una manera arremetedora con giros inesperados. El ritmo narrativo por momentos se hace muy violento. La juventud del pasado se muestra enseguida con una mente distinta a la actual. Los ideales del colectivo social querían acceder a una vida de cambio vital menos opresores. Ellos, los nuevos jóvenes de aquella época, ansiaban de algún movimiento revolucionario; ellos querían forjar un ideal más libertario. Se esperaba construir otro pensamiento de ciudad progresista. Ante las paralelas creaciones de lo cotidiano se quiere partir allí con el misterio del hogar aburrido. De hecho con un sabor de lindura son reposadas las primeras poesías; mediante la cámara subjetiva, dada entre cambios ciertamente favorables. Igualmente allí son mostradas unas atardecidas verdaderas, para la ciudad del amor, evidenciando diversas metamorfosis, tanto temporales como igual humanas. Los madrigales andan allí llenos de un reboso perfumado demostrando menos misterio a la sensualidad. Se desnudan entre paso con candencia bulliciosa un mundo invertido de sexualidad. Aquí uno por tanto empieza a reconocer el cine de bertolucci. Es un pensador más o menos bueno que gusta a los cineastas. Bertolucci no es lógicamente nada malo con su cámara creativa. Es él más bien un idealista del cine romántico con tintes de cine trágico. Se descubre su intelecto con una intimidad de preferencia arrasadora. Hay también cierto interés por las novelas romancistas. Es el tango francés del vino un reboso de hermosura roja como oscura. Pero hay que susurrar, antes que cualquier otro espanto ficcional, decir mejor con encanto, poetizar, relucir, otra obra maestra del director sagaz. Para mí su mejor metraje resulta siendo soñadores, sin ninguna duda. Tal mencionada obra del cine, fue recreada con mayor gracia fantástica, porque es para mí soñadores, un montón de figuras movibles de trabajo premeditado de una fotografía casi perfecta. Ante todo, esta otra cinta europea, ilumina una metáfora de digna llenura artística, para los espectadores.
Soñadores es además una invención de cine trasparente. No es ese arte de paradas cansonas. Por el contrario, sólo ver a los tres enamorados de lejos es como arrullarse entre los soñadores del mayo del sesenta y ocho desde luego ya inasible. Tal vez hubo por ahí unos años puramente inmaculados junto al mes de aquel mayo pasado. Otra vez entonces se evoca al mayo fuertemente reverenciado con este tipo de cine arte. Se hizo así ante el arrojo de una imparable bizarría visual. Así es que prefiero más a los soñadores que al tango. Es lógicamente una cinta organizada con el mismo poeta visual; Bernardo. Y así, el creador es un generador de estupor social. Me quedo entonces redondamente con este cine de cines para mí preferenciales. Igualmente fue Bernardo un artista de artistas quien hizo coger de las mechas a los críticos culturales de su tiempo, antes repleto de calma. Dichos escándalos se fueron gritando, apenas él sacó de su fama meticulosa, la muestra del tango sin parís, frente al pleno cine cotidiano, luego con los años todo quedó en el olvido.
Pese a todo, bajo un fondo de voces, él, fue asimismo un hombre de sueños profundos. Bernardo, fue quien quiso gritar el lamento del alma humana. El cineasta erótico nos hace reflexionar sobre nuestra sociedad más bien muda. Ver lo que quedó de uno seres perdidos y sin aliento de vida, fue lo que consiguió el tango. Fue además la protagonista la mujer la del delirio criminal. Ella como que se queda sin ningún rumbo prefijado. Vernos enseguida una ausencia de espejos sin mañanas amorosos. Así es que es bueno verse el tango de parís, pero es claro, hoy en mí agrado, me sigo quedando con el sueño fantástico de los artistas soñadores. Yo siento que allí los actores de soñadores están muy compenetrados con sus papeles protagónicos. Además esta película puntual, tuvo demasiada acogida y todavía se sigue ovacionando en el parnaso de lo fantástico.
De todos modos, hoy ni tampoco mañana, no pienso echar al cementerio del abandono, la concordante obra del tango borrosamente parisino. Más hay que decir que parís se dilata varias ocasiones. Así la imaginación inmediata trata de ser una pintura fugazmente europea. Resulta la cinta un chispazo de espacios. Allí se siente más como una rauda tragedia, tras otra tragedia de largas muertes. Ello pues así va dando varias manifestaciones en conjunto con ciertos sentimientos turbados, entre ambos amantes. Hay es variadas sugestiones mal presenciadas, vistas entre los hombres y los mujeres, durante ese tiempo de libertad sexual.
Ya mientras tanto, uno reciente la historia, sin un final estrangulador, digo, sin final de horror, sin final de desgarro, que nos deje sin respiración. Lógicamente hubo allí, sobre el final del tango, hubo una visión menguada, ante la muerte del hombre, luego todo fatalista. La muerte es serena y sin reproches de rebeldía. La muerte no es tan escandalosa. La agonía se hace lenta. Lo rompiente no se crea con gritos horripilantes. Además, adentro del cuarto nupcial, trata de hacerse soberana, el drama histórico, igual, hay una constante rutina de molestia a mi apreciación. Y ello del final del final, no consigue resolverse con furia, pues la pequeña falla del rodaje, mal premeditado, se hace desentonado. Hay finalmente uno que otro diálogo flojo, hay por ratos en donde el tiempo, se siente quieto y estático. Ello es algo mortal, aparte del teatro, procurando manifestarse de una forma exageradamente irrealista Y aunque son pocas las falencias de la creación visual, ellas se resienten luego de velarse, tardíamente a los personajes marchitos.
Ahora bien, si miro hacia el otro espejo de la noche, veo ciertamente preciosistas, los desnudos de la mujer galana. Los momentos sexuales de la mujer con el hombre se hacen con fuego. El ardor entre ambos actores se hace vital. Y la mujer la mujercita de primavera y ella con la noche francesa es bella. La desnudez es desnuda con la fémina. Aquí es ella primorosa y ella es más bien rociada de ternura. Así, tales pinturas de realidad, embellecen la silueta vivida de una magia europea. Luego se vuelve a un cine de vidrios rotos. Y eso es notable, para mi gusto discreto de hermosura dramática. Te vas así entonces veloz a ver la película en pantalla grande, mientras ya de golpe, se te viene el llanto encima contra tu cara sombría. Te miras enseguida algo babeante en deseo. Al rato andas junto a la película como un niño mimoso. De repente, se te olvidan las palomitas de maíz, que llevabas sobre tu regazo, todas las palomas blancas, que compraste en la entrada, antes de todo, lo que algún viento se llevó. Y la vida vuelve a ser distinta como un sentir de placeres entre besos y lágrimas decantadas, salidas de los hoteles franceses.
Por otra parte en la ceremonia, hay otro desvelo humano, hay sobre el tiempo del ayer, hay allí dibujado, hay allí espejado a un Marlon Brando. Para ese pasado estaba repuesto él como el portentoso protagonista de su moda francesa. Hay allí también un actor que se sabe como el artista distinguido del romance perfecto. Se mira adecuado adentro de la historia traumática. Una historia de mareo criminal. Por ratos además, se hace odiosamente rajada esta historia, entre los rencores encontrados. Luego de momento es cortado el instante con un enamorado entrometido y luego todo el sopor del ambiente es melancolía.
Ya atrás de otras puestas en imaginación, por allí y por allá, se aprecia curiosamente bamboleada, la irrupción del hombre atravesado. El protagonista, entre sus momentos de voracidad, suelta su recargada voz y luego, la estrella con sobrada altanería, hacia su novia de inocencia. Por locuras, saca su arsenal de groserías, así, su grito despacioso se resuelve ideal, adentro de un solo recinto, vacío de soberana galantería. En este mismo sentido, sólo quedan los desechos de una fiesta más bien tardía. Se descubre por obvias razones, un rigor de compromiso, para Marlon Brando; se siente por allá lejos, todo estridente el ritmo del personaje ficcional, quien se asemeja con su arte actoral. Se sienten algunos de sus viajes idos en arrogancia abrupta. Ellos van suciamente lanzados hacia la mujer. Así que se hace absoluta la descortesía del hombre algo pornográfico. Son sus solos monólogos agresivos creando interés al espectador. El deliro te atrapa, apenas se decide la persona, ingresar a ver esta película de drama pasional. De sonido y con furia, Marlon dispara sus vulgaridades. Ya aquí pues pareciera que aquí, te pusieran a comer carne cruda, bajo los fondos de una casa abandonada. De repente así se quiebran los espacios reales. Así se sufre la agonía, ida por la mitad de esta ópera prima, mientras es descargado con inclemencia, todo este poco de discursos atragantados, ellos, todos llenos de morbosidad.
Pero claro, sea bueno o sea malo, el hombre madura, significa con rebeldía, el dolor hacia la novia facinerosa, debido a su desamor resentido. Así nomás, la supuesta locura de gritar a la mujer severamente, se muestra oportuno y valioso, para este romance. En cierta medida su actitud salva la razón de su ser angustioso. Pero el problema es que el viudo se pasa con su castigo de salvajismo. Así uno puede mirar al protagonista desde lo ficcional. Además allí, son justificados ciertamente, todos los disparates del hombre, ante la agresión seguida de Jeanne, sabida durante las noches, cuando ella procuraba irse al catre, junto a su otro amante juvenil, un cineasta novato. Ella, por cierto, lo acoge entre su rosa, sin nada de faldas blancas, lo abre, sin nervios ocultos. Ya así, entre este doble filo de navaja, debido a tantas más miserias; todo se resuelve, bajo un solo rio de sangre, un solo rio rojo, esta vez un sólo rio mortal, que se abraza y se rebota, entre ambos cuerpos, mujer y hombre, ambos seres solos y ellos manchados de oscuridad desvergonzada.

Rusvelt...

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