viernes, 4 de junio de 2010

LA CEGUERA DE LOS CUERVOS

La senda de la virtud es muy estrecha
y el camino del vicio, ancho y espacioso.
Miguel de Cervantes Saavedra

Los días de entre los días de mi vida se me hacen un poco impotentes por esa falta de transformación cultural, no nacida de los hombres inocentes. Esa pérdida del amor se adolece en el niño del mundo. Sólo entonces así del vacio de la noche hoy me hundo bajo la quietud de algunas horas inconclusas. Y nada yo quiero hoy como no quiero escuchar a una gente de voz grosera. Por momentos sólo quiero estar solo en reflexión ulterior. El vicio de mi oscuridad persistente se me devuelve mientras tanto como una avaricia del ayer inculto. Era una maldad algo mía y ella algo torpe. Espero solitario ahora y espero desde mi ventana una caída de ángeles trasparentes. Ellos son entregados al auxilio de la humanidad. Pero eso del sueño de los ángeles todavía no se pasea bajo la pesadilla de nuestra rebeldía violenta. De momento yo me presiento sufriendo adentro de una jauría de perros. Ellos matan por matar a la gente de inocencia. De rato en rato nos mordemos como unos perros de la selva. Ahora entonces grito mi delirio y de golpe me devuelvo al suelo ensuciado. Voy ya junto a mí andar de ebriedad algo pasajera. Pienso a la vez en un Esopo de la limpieza fabulosa. Su poética es un recuerdo de moralejas insistentes. Su amor es una enseñanza mundial. Sobre la misma hora yo veo que es tiempo de recordar un metraje de cierta ceguera figurativa. Rememoro ya un poco las imágenes de esa novela del anciano Saramago. Miro por entre el cielo asimismo una suciedad de sociedad. Así se ve caso todo lo malo afuera de mi pieza menguante. Casi todos andamos deformados de arte cultural. Me recuesto entretanto contra la pared del escritorio en donde yo hago que escribo unos cuentos de muerte. Silbo por ahí una parodia de silencio sin los días reales. Pero hoy toca crear y así que es tiempo de hablar sobre fabulas de cine.
A ciegas entre los invidentes de la vida es entonces una metáfora del amor y del desamor humano. Por mi parte me gustó lógicamente la alegoría de reflexión moralista. La cinta es para mí una obra artística que se amarra con un amor sublime. Así pues que yo veo que estuvieron bien dibujados los personajes de una orfandad teatral. La verdad ficcional es abrumadora y luego no hay dudas sobre la existencia del espiral con esperanza y luego un pasadizo de tristeza me deja con el llanto desbocado. Así nomás me veo yo y así se miran muchos amigos del tiempo entre los hábitos de la soledad humana. Sólo silbar un canto de canarios entretenidos. Pero ello del silencio amoroso aleja las mayores repulsiones del ser furioso. Es el ser todavía tan ignorante de bondad entre manos estrechas. Tristemente aquí abajo de las tinieblas lo mas importante es la maldad del materialismo exagerado. Eso es lo que vale entre los matones. Y eso de las tinieblas se reinventa lógicamente con la fantasía de la ceguera del novelista saramago.
Luego matar por matar a un enemigo nos hacer ver como unas bestias frente a otras bestias del recuerdo primitivo. Es ceguera desde luego esa visión fugaz de una humanidad que vive olvidada del universo sublime. Nos perdemos del instante con la experiencia de lo no razonado ciertamente. No miramos hacia donde no miramos realmente. Asimismo todos nosotros matamos las obras más valiosas de la humildad con la cabronada inmunda. Somos orgullosos y crecidos. Sólo se nos interesa la patraña de la politiquería efímera. Esa es así lindamente la fantasía crítica del novelista José Saramago. Una metástasis bien creada junto a su gente del delirio paranoico. La figura poética del escritor portugués es hace además como una resonancia voladora de sonámbulos mentales. Seres muertos del arte de amar como lo diría ovidio. Desde lo profundo se existe es una bronca entre los seres de la creación atrasada. Solo se resbalan las cuchilladas con la sangre de la perfidia. La historia de los ciegos viene siendo luego un ruego para inventar una casa más sociable. Nadie es así nada tolerante entre los hombres de la melancolía. Del dolor diario lo más importante es la cantaleta del hombre irrespetuoso. Aquí el sentimiento del reinado es ser no racional. Es ser roñosos lo que gusta con los amigos. Es ser una vileza destructora lo que seduce la altanería. Ganarse un premio con trampas horrorosas. No importa a quien se pisotea con tal de ganar una máscara de fama ante una sociedad burlesca. Pero luego del teatro todos los disfraces se caen como unos pedazos de carnes muertas.
Entretanto si miro yo las primeras puestas en escena de la cinta ceguera, allí se reluce luego, la locura por una sociedad toda brutal con aplausos de vergüenza. Nos hacemos entre los pequeños niños como los mutantes puramente subterráneos. Se impone así bajo nuestro mundo la opresión de lo criminal. Se celebra la cerdada de lo puerco. Además no se resulta una ayuda comunitaria con la gente marginada. Casi ningún hombre quiere dar un día de apoyo a los niños de la miseria. Somos casi toda la gente mala. Somos unos seres enemigos del pensamiento libertador. No hay tampoco mucho respeto por la posición con el otro ser sapiente. Así nomás entre los mudos días de la muerte sólo se rebusca la maldad contra los semejantes de una inocencia silenciosa. El absurdísimo del poder es loco. La burrada de la mafia es una enfermedad. Además hay un vano ideal por el dinero de barro. Eso nos hace unas lacras cada vez más ignorantes. La ambición por querer ser humillativos contra la otra gente nos rebaja como a unas ratas pestilentes.
De momento la película recrea una muerte odiosa contra la gente despreocupada del mal persistente. Nadie se auxilia entre el desespero del peligro. Abajo del mundo se matan los buenos y los malos son los asesinos de la vida. Allí bajo la ceguera luego cada habitante se mira preocupado de lo suyo y de lo suyo nomás. Mucha gente corre por tener un empleo en un casino de supuesto prestigio. El tiempo es lo primordial en una ciudad explotadora. La poesía es lo inútil en una metrópolis esclavizadora. Sólo importa la hora de la avaricia. Un puesto de trabajo es la esencia del acomodo perfecto. Ser los arrimados de una empresa es nuestro ideal tan precario del día nocturno. Casi ningún ciego se detiene a pensar en un bosque de amores desnudos. Ya luego se deshoja una enfermedad de negrura entre todos los hombres de la burla. Hay además un síndrome de vulgaridad manifestado por parte de los niños no enfermos contra los niños enfermos de la negrura vacilada. Así que de repente aquí se mata a una gente con una enfermedad toda indispuesta. Es además una epidemia algo pasajera que limpia a la humanidad. Los militares por su parte piensan que los ciegos son una plaga toda peligrosa contra la humanidad supuestamente sana. Al mismo tiempo las fieras de la guerra con sus metralletas no hacen sino descalabrar los cráneos de los ciegos mentales. De golpe ellos estrellan las caras de los ciegos contra el suelo mortal. Revientan ellos a los hombres no soñadores. Pero los ciegos mentales no se ayudan entre ellos y luego ellos se matan igualmente a punta de balas solamente homicidas. Balas que se devuelven con la misma miseria. No se siente mientras tanto el respeto por la existencia de un hogar digno. Las calles se convulsionan de basura. No luchamos por hacer una existencia más lustrosa en miras de una ciudad más pacifista. El hombre ante todo lo absoluto no quiere despertar de su pesadilla en la cual sufre su vida toda reprimida. Es su rebeldía la vaina que lo tiene así de mal humillado. Es su ignorancia el verdugo de su sufrimiento como muerte de guillotina. Además es esa forma rezongona de irse contra el presente lo que golpea diariamente al lobo por ser el ser de una tendencia insultante.
Ya de mi parte personal razono la obra del director Fernando Meirelles con un gusto bien de lo vacano. Es una elegancia el imaginario del cineasta de honores para saramago. El tratamiento argumental del drama es todo un viaje de latidos perturbadores. La agonía de nuestras culpas son todas dicientes. La perdición de los ciegos es sugestiva. Desde mi cierta razón yo presiento que hay un miedo constante bajo aquella ciudad alucinada. Los seres que habitan por allí se lo pasan procurando una felicidad de lo efímero. No les importan sino la fama vana del instante. Quieren hacerse ellos con una plata fácil contra la sociedad trabajadora. Se rebusca también con la poesía de la mujer hacer ver como hay unos violadores de injusticia. Ellos son quienes se quieren aprovechar de la debilidad femenina. La inmoralidad no deja de aullar por entre los innumerables rincones de unas calles tenebrosas. Mujercitas violadas bajo la oscuridad de la noche en un catre de encierro. Hay además un sexo ultrajante pegándose contra las paredes del hedor algo descarnado del ser indiscreto. Maldita sea la chanda de los vicios nos daña velozmente con su miseria degradante. Y es la falta de la acción sensible ese odio que se persiste todavía adentro de una ciudad sin espejos reflexivos. Ese es entonces el mundo saramagiano. Ese es entonces nuestro abismo putrefacto. Sobre dicha realidad luego nuestro imaginario existencial deberá procurar hoy otra idea menos turbia. No debemos repetir más la masacre estranguladora.
Por lo demás, hay todavía hombres yéndose solamente contra la matanza tras la otra matanza injusta, ello, será luego irse resueltamente detrás de una muerte de fusilamiento individual. Es algo así como muerte buscada por el verdugo del crimen del ayer. Así que hoy será más oportuno no tomar un vestido de cuervos. No tenemos que ser los fantasmas del sepulcro nocturno. Hoy no hay que ser cuervos de negrura envidiosa. Esa mugre pútrida es una infección que nos arrastra bajo el extravío de una sociedad de tinieblas. De hecho hoy aún sucede adentro de nuestra cárcel todo lo contrario del beneficio colectivo. Entre los tantos perros de la rabia no se expulsa hoy sino la grosería pecaminosa. Durante las muchas situaciones del cotidiano vivir ya hoy no merecemos más miseria porque ya no hay peor lugar que nuestro calabozo de la impunidad. Y así por la tanta perversidad del hombre, hoy vemos en los niños, las marcas de sus cadenas culposas del ayer, luego, hoy sólo os tengo que decir a todos; bienvenidos todos al calabozo de las pesadillas.

Rusvelt...