Canto para no morir,
porque el arte es la lucha
contra la muerte.
Carlos Cano
El mutismo en los medios culturales de la ciudad, vaciada en pocos versos, trata de ser siempre una realidad que golpea a todos los habitantes de esta mansión abandonada por las buenas letras y las bellas artes. Parecemos residir hoy en una inmensa galería polvorienta y telarañosa de poco arte rejuvenecido. Es pues esta caída angelical del arte, una mirada acusada y muda en su desgana esencial, tanto en la significación escrita como para una elaboración del séptimo arte, sin dejar atrás, claro; las muchas visiones existenciales de la pantalla pequeña. No hay de por sí televisión local en esta ciudad. Todo se pierde en un sin sabor de imaginación. La difusión de las obras, junto al aplauso festivo, hacia los buenos artistas; resulta ser, por tanto; una limitación, algo apagada en su poca trascendencia social para este pueblo, aún ausente de voces líricas, aún tardío en sus poemas vespertinos de florecimiento; para las bondadosas almas del canto lírico. Hay además en este fenómeno apaciguado, una mala verdad de afectación sobre la vida dedicada para con los otros amantes de la vida. Es resultado del retroceso evolutivo, otra vez, recreado en los hombres ignorantes. Ellos ausentes en su desmesurada cultura cosmogónica, ellos sin una significación propia de sentido común. Muchos de nosotros aún estamos escasos de algún vuelo ceniciento. No hay casi espacios predispuestos entre los creadores de la bella imaginación. No hay música regional por estos motivos del sin manantial a la creatividad. La magia evocada con las manos se pierde entonces entre la vacuidad de los días rutinarios. Aquí pues viene eros en su ternura de luminosidad, pero al no ver nada en los inventores; procura irse otra vez como el viento impalpable de esta muerte sedienta de poesía y pintura vanguardista, ansiosa por una verdadera vida, perdurable entre los días intensos para procrear así, buenas obras de complejidad. Así que ahora es momento de levantar estos muchos artes armónicos, ellos, encargados de limpiar, las muchas mentes embotadas, adormecidas entre la nada del sin saber inspirado. Uno nada más siente hoy ese suspiro de profusas tardes donde no se hace algo muy restallante; para alguna otra fantasía, lindamente realista en compañía de su otra bizarría por imaginar otras cosas. Esta misma evocación, trata de ser, desde luego, una observación puramente concurrente, presentida por entre estas grandes calles entreoscuros, bajo el sin placer alucinado, donde no se hace mucho sentimiento, entre las almas hermanas. Sólo te vas por las afueras y percibes esa miseria y esa desgana en cada muchacho reverberante de música clasicista y sin embargo, todos ellos, todos los músicos alternativos; parecen no estar vivos en su melodía, entre los otros semejantes, lógicamente, porque aún son dejados atrás como simples fantasmas, dejados atrás en su soledad tenebrosa, sin muchos resoplidos, sin una verdadera ciencia, donde los hagan sobrevolar artísticamente por sobre sus sueños resistentes, donde giren por sobre sus edenes persistentes.
Saber elucidar, igualmente, este reiterado olvido de cultura en los pueblos, deja siempre la exuberancia de inspiraciones rotas en una sucinta desgracia, ante los niños poetas, quienes antes lo fueron furiosamente en otras épocas del mundo. La historia del mundo como gran esencia. Pero hoy ya hay una caída más en los jóvenes fantásticos. El hundimiento por no seguir haciendo una ciudad más habitable se siente tenebrosamente en su momento más desvergonzado. La muerte dando vueltas por cualquier recodo espantoso. Además está la reiteración de algunas formas de arte ajenas a la nuestra en los muchos medios masivos, ellos, nos va matando lentamente, la identidad propia. No hay sentido de patria, ni de pertenencia. Ya no sabemos quien es quien cuidadosamente por la calle, ni en casa. La gente sola en su abstracción. La aldea de Sur América entendida otra vez desde su histórica equivocación. Po lo cual aún nos vamos al viejo mundo del cine y enseguida nos quedamos sin memoria presencial, ni existencial. Nos dejamos lavar las mentes entre las otras realidades. Nos perdemos en los infiernos comprendidos por Libardo Vargas Celemín. Pensamos que esos son los pasos a seguir junto con la última moda actual. Nos sabemos sin nada entre la crítica. Perdemos desde cada forma de pensar; nuestro sentido individual por formar un juicio, más revolucionario y libertario. Parecemos ya unos marcianos de una era que no es de aquí sino del otro lado ajeno. La verdad del origen nuestro se perdió muy fácilmente; algo así como ver un sombreron, simbolizado con la marquilla de United States; entre su mismo desprecio al otro sentimiento cultural. Así que uno entiende ya esa gran alienación por parte de los otros medios de comunicación, supuestamente culturales y no comerciales. Esta perdida de historia en mi ciudad, tiende por hacerse más reteñida que nunca en sus habitantes. Todos mis amigos reconquistados otra vez. La desmemoria viene pues desde la presencia del consumo exageradamente extranjero. No sabemos ya quien es quien en su propia obra. Parte de aquí un simple seguimiento sobre otras tendencias ideológicas fundamentadas en otros conceptos artísticos. Ideas develadas, más que nada, sobre estos ropajes, sabidos en los jóvenes del hoy rematado por ese traslado de engaños, otra vez coloniales, otra vez, traídos del mundo europeo. Se muere entonces la virtud de creación inmortal en los pintores; mueren entonces los escultores de esta región selvática. Ellos se ven ahora andando andrajosos, caminando bohemios porque no hay tiempo para escucharlos. Sólo capitalismo y economía en su mayor exageración desbordada. Vemos escasamente; luego, unas y otras semejanzas, junto con las artes, ellas antiguas, para las naciones del otro mar sumergido en otro mar, sin embargo, no hay nada de invenciones propias; ni nada de descubrimientos para el beneficio de las ciudades pobremente cosmopolitas. Que miseria es ver este relleno de cosas extravagantes y repetidas. Hay además un retroceso sobre la posible mirada de los otros mundos distantes. Ellos algo evanescentes en su sistema de ordenamiento social. Unos universos asombrosos que habrán de ser espejados con la misma recreación, cuando se sabe dibujar, cuando se enseña a escribir bien.
Se presiente asimismo una íntima relación entre la mano y la cultura, adormecida lógicamente por los pensadores materialistas; una linda intimidad, entre la mano y el pensamiento estético, dejado para los otros sabios de otras ideas perladas. Así lo supone cada ser humano del amor, cuando va dejando correr sus instantes otra vez, hacia la inexplicable creación de forjar, literatura junto con la ciencia de los filósofos. Es algo así como hacer un ritual soberano en ritmo de la sutil universalidad. Es algo así como recrear este infinito cosmos entre todos nosotros; pobres seres de la misma creación divina. Hay es que hacernos ciudadanos universales. Y desde luego, aunque es así la hermosa vida, vemos que en este momento del alba despuntado, hay muchos creadores en esta ciudad musical; reverberante; quienes terminan siendo empañados por los simplemente interesados en las villas antiguas y ya recorridas en sus imperios resquebrajados. No se siente aquí pues un estimulo reiterado por hacer serios habitantes erguidos en la gran ilustración mujeril. Sólo el odio resistido en su máxima expresión de la equivocación. La ignorancia de algunas conciencias predominando sobre las otras mentes más atrasadas; desbordantes para estos ciudadanos inmortales. Eso ya dicen saber todo lo que no saben bajo su gran desconocimiento incomprensible. Así que aún parecemos estar, entre los rincones de cada estancia, reflejados en otra horrenda desacralización al arte de este país colombiano. Un país digno para ser recordado en su exuberancia ancestral; pero ahora, inscrito aquí, según algún solitario canto de soberana irrealidad; desdibujado por este materialismo salvaje, presenciado últimamente en las muchas esferas andinas y latinoamericanas del desconcierto socialista. No hay además casi muchos pasados, descritos en las pinturas, ni tampoco, hay casi recuerdos prefijos en esta desmemoria del hoy extasiado de descaro infiel.
De hecho, aparece en la historia cultural de las regiones colombianas; los otros escasos aturdimientos, vista hacia los Chibchas y Guambianos de sus cerros naturales. En su momento todo se va rayando en otros ideales de suciedad; horrendamente manchados junto, al paso de este mismo destiempo incandescente. Las mañanas parecen irse a cada rato sobre su vertiginosidad, entre muchas tecnologías y varios chat juveniles, figurados sin muchas conversaciones profundas. Todo ideado sin muchos giros progresistas. Y aquí ya casi nadie se detiene a pensar en alguna transformación social de gran trascendencia. La vida misma se viene entonces y se pierde por sobre los quehaceres cotidianos de la soledad virtual. Es una soledad que concebimos lentamente. Una soledad que procreamos erradamente al ritmo de los días. Luego vemos a los hombres y a las mujeres cada vez más distantes de los libros, alejados de la poesía presentida en las hojas del bien. Ellos algo alejados de las esculturas antiguas, recreadas con los abrazos y los sueños sensibilizados de los otros dioses. Pasa así pues esta indiferencia como si nada, entre los ciegos del espacio, porque esta urbe de gente, aún se deja llevar por los estilos estrambóticos, modelos de turno, ellos, posando todavía, para esas revistas vanidosas y demás escenarios del sarcasmo social.
El amor a la poesía es por todas partes un gran amor para la eternidad. La decencia por hacernos hombres más limpios con el paso de los años tendrá que ser entonces nuestra fortaleza por seguir adelante; tras esta tempestad de oscuridad. Esa delicadeza por inventar otro mundo de vidas mejores y más llevaderas en todos los seres de esta esfera terrestre; procurará ser la verdadera solución. Descubrir la razón y no la terquedad. Hacerlo con las palabras sutiles; hacerlo con el pincel y la paleta del pintor; incendiar, hasta siempre, entre la gran inspiración de las noches aliadas, la vida de otros mañanas, siempre esperados en las almas muertas. Expresar así sucintamente cada sentimiento del ser para cada crepúsculo estrellado. Susurrar las mañanas floridas de cada pueblo propio con las guitarras y las flautas soterradas. Recuperar al Mohán de su entierro donde está aún tumbado; bajo la hojarasca arrasadora del otoño, no presenciado por el patriarca. Florecer además su bosque encantado con los versos de Alicia Sendoya. Sacar luego una sirena de la literatura para que ella vuele por entre los ríos de algún país lejano. Engendrar bajo la luz del sol una mariposa roja desde mi boca mojada. Dejarla ir a su paso por entre el agua del mar Caribe. Transfigurarla luego en la mujer de mis ansías persistentes. Hacer mientras tanto la sucinta escultura de muchos indios masacrados; para el ayer ensangrentado de la conquista espantosa. Y es así como tendremos que idear, por todos los dioses; otro mundo, pensar quizá en una selva de más canela y más Ursuas descubiertas. Verlas desnudas a ellas en las figuraciones del pensamiento. Descubrir sus pechos limpios en la pureza de los árboles verdosos. Decirle por tanto a mi novia que la amo otra vez. Después susurrarle que salió de mi misma vida creadora. Hacerlo silenciosamente en compañía de alguna simple flor de papel y hacerlo junto con una luciérnaga traída del cielo de sus ojos dorados. Pedirle además la sola fiesta de amor; por sus besos reiterados bajo la lluvia de los ocobos morados, quienes nos abrazan de cuando en cuando en los otros bosques del silencio paradisiaco. Y así mucho más; querer cantarle junto al lecho suyo, mi tristeza, mi ausencia, cuando estaba sin ella, sin su presencia cautiva, entre las lilas del umbral.
Reconocer ya en otros días, junto al sol rojizo de octubre, las obras de Omar Rayo. Pasear de alguna forma al museo de arte moderno. Recorrer los pasillos cristalinos del recuerdo suyo y mío. Ver aquí las figuras geométricas de sus cuadros abstractos. Perderme en los laberintos de sus creaciones insondables. Luego volver y alejarme otra vez de casa para un largo momento Borgesiano. Ir congelando ya todos los tiempos del tiempo. Salir más adelante al parque de mis sueños difusos y pintar allí muchas mariposas amarillas. Revivir entonces el viejo enamoramiento de Mauricio Babilonia; sentir una metáfora de sucinta belleza, bañada entre muchos amores solitarios. Hacer al mismo tiempo de la calle tercera, un lugar más luminoso con varias palomas blancas, varias palomas dignas de angelitud y grandeza cegadora. Hacer de esta pesadumbre edénica; un jardín más habitado por las almas vivas del mundo lacrimoso, que seguimos viviendo horrorosamente. Volver otra vez a mi habitación lóbrega. Sacar enseguida una crónica sobre lo visto en las afueras del desconcierto imperante. Dejar correr aquí los segundos de los culpables y los justos otra vez. Soltar mi prosa caudalosa sin mucha tardanza a los escritores gustosos de sabiduría. Descubrir los niños desamparados y sin ropa, vistos en cada recodo mal oliente del centro urbano, donde no lo pasamos vestidos de indiferencia, disfrazados de soberana vanidad. Muchachos del conservatorio jugando por otra parte a ser grandes en el parque musical. Tocan sus instrumentos bellamente bajo una tarde pintada por Darío Jiménez. Ellos van y vienen a su hora en procura de muchas caricias temerosas con sus jovencitas enamoradas. Las parejas van y se besan junto al viento de los verdaderos poetas. Hay sin embargo un niño; quien está solo, desarrapado de las mujeres flautistas, quien va tocando al tiempo, algún violín de un tal Alberto. Esto lo hace magistralmente y con gracia refinada. Lo toca como si fuera ese francés muy preferido de su infancia; Charles Munch. Las armonías suyas vienen además acompañadas junto a los cantos de muchos pájaros reverenciados del gran paraíso. Ellos van cortando las nubes violetas de una María; cantada justamente por Jorge Isaacs, y ya van sacando esa melodía de picos rojos y alas chispeantes. Aquí el niño se levanta ya de su escaño de concreto. Lo hace de golpe y más adelante, susurra al cielo; para esta vida sólo quiero ser, sólo ansío ser como mi maestro; Cesar Augusto Zambrano, final de la pequeña historia.
Inventarme en este momento mi otra fantasma. Hacerlo con el lápiz y el lienzo; pensar ella por segunda vez; pensar en la mujer que tanto quiero, pensar así en mi ciudad pasmosa y fantasmagórica, pensar en ella, pensar en la mujer de mis canciones, evocar la niña de mi infancia, verme en sus afueras quebradas, sin mucha espera por una mejor esperanza de mutaciones, lindas en su gracia.
Ahora pues habrá que conocernos entre unos y otros; sabernos algo más que un simple saludo. Entendernos más entre las conversaciones inesperadas. Saber por lo menos quienes somos en compañía de las tertulias engendradas en los parques y los conciertos musicales. Hacer muchos amigos en los cafés y los bares literarios, cuyos hermosos lugares, parecen resurgir lentamente en este pueblo acallado, cuando hay veces, sigue brumoso por la noche, sin alegría, sin sonrisas, sin nada. Saber además quien fue Hugo Ruiz en su bella literatura y su existencia muy saturada de rebeldía. Diferenciar por lo menos a ese gran artista de los otros tantos cuentistas que aún hay dispersos. Saber de su inmortalidad con la inspiración de las bellas artes, al otro lado del silencio. Conocer su última novela. Conocer los Días en blanco. Asombrase también de la muerte dulce que tuvo, Hugo, antes de irse de todos. Tomarse además un viernes de espléndida libertad. No ir al trabajo para una vez olvidada. Sólo irse, sólo amar, sólo caminar solo por la sala de exposiciones de alguna Universidad pública. Ingresar por tanto y lentamente al salón principal de la galería. Saludar con un beso a la asistente de piel morena quien no para de mirar las pinturas. Hablarle bonito a ella. Ver allí y sólo entonces; las obras pintorescas de Edilberto Calderón y Niño Botia. Edilberto por su parte es un maestro de maestros. Se sabe muy bien visto entre los pocos que quedan vivos andando por entre esta ciudad delirante. Por pura lógica es un ciudadano ilustre. Ellos son por tanto unos magistrales inventores. Estos pintores revestidos de gracia junto a los otros tantos artistas, ellos, muy buenos desde sus artes, pero ellos aún empolvados ante desconocimiento que tiene la gente de nuestro departamento tolimense sobre la cultura pictórica.
Por otra parte la ciudad del ocobo está bien variada entre la tierna belleza creadora. Los artistas del óleo y de la pintura; así como los fotógrafos artesanales y modernos, dejan puestas unas obras atractivas entre las salas de arte y otras galerías atrayentes, sin embargo, no hay mucha participación ciudadana constante, porque casi no hay difusión por ningún lado sobre las ocasiones culturales. Los lectores del arte abstracto. Los interesados en los problemas culturales. Los enamorados de la ciudad poética. Todos ellos necesitan espacios de reunión y agrupación fraternal. Eso sí. Es muy claro. Esta labor de reunión social se está haciendo cuidadosamente. Pero la gente apenas lo va descubriendo. Es un fenómeno que pasa escasamente con el encuentro anual del Ibagué en flor. Las lecturas a cielo abierto. Unas y otras veladas de vino y música; bajo las estrellas luminosas del crepúsculo. Así que los periodistas deben tomar otros medios de esparcimiento comunicacional, para hacer llegar así, las noticias profundas. Hay similarmente; pese a todo lo demás, unos y otros espacios de concurrencia, filosófica y literaria, para los habitantes de esta linda casona, algo acallada por el desinterés comunitario, igual, los eventos que podemos visitar, son muy distintos en su forma organizacional; hay además para casi todas las preferencias intelectuales de cada gusto particular. Por otra parte; pues son muy regulares las oratorias de apreciación musical, fuera de la participación vívida; sentida con las palabras y los versos del hoy contemporáneo. Hay para su misma razón; muchos conversatorios sobre pintura; sobre poesía y sobre literatura, acrisolados alternadamente en los salones más refinados de la ciudad musical. También estará ahora desde este año mundo palabra. La palabra en las calles y en el teatro de los lindos mimos. Eso ya lo ve uno en las calles vespertinas. Que buena esta idea de razón. Al mismo tiempo, se congregan entonces, varios teatros del dominó urbano. Obras recreadas por los mismos jóvenes en las plazoletas lluviosas. Obras dignas de ser llevadas a otras ciudades rellenas de magia y sabor risueño. Muchos protagonistas, espejados en los actores del juego, para saber vivir un día mejor. Las muestras cinematográficas; colocadas en ese museo de arte moderno. Los espejos de otras culturas, ellas, develadas en el cine independiente. Toda esta información es lógicamente de gran importancia para la ciudad de los fantasmas. Los conciertos musicales de rock es otra muestra significante. Es obvio igualmente que los eventos no son mostrados con mucha importancia en los medios alternativos y no alternativos, aún no precisados en esta, Ibagué, colmada de voces distantes.
Por otra parte; elucido algunos concursos sobre cuento regional; aparte de las convocatorias, basadas sobre las ideas fotográficas, además, hay ya algunas entrevistas concernientes, para la danza y para la música tolimense de los habitantes. Pero bien es cierto que todas estas actividades de sabiduría imaginada; aún no son atractivas, para la televisión ciudadana, ni para la prensa nacional. Fuera del otro lado incierto; vislumbro sobre estos espectáculos, la importancia de significado esencial, resultante en los actores sociales de esta ciudad, interesados en los espacios artísticos y danzarines, igual, lo es necesario, para estos creadores del arte, ansiosos por dar a conocer sus dignas obras.
La caída del arte, sin embargo, va siempre reflejada por la no solución de esparcimiento entre las muchas entidades ciudadanas. Despertar la alegría en los muchos pueblos del mundo sufriente. Sacar la soledad de esas mentes nostálgicas dulcemente. Mostrar los diferentes lugares de encuentro; ajenos, otra vez, para los muchos habitantes de esta Ibagué desequilibrada. Toda esta idea sospechosa es una deficiencia causada por la falta de revistas y demás periódicos alternativos en las manos de cada vagabundo inspirado. La presencia de por lo menos algún espejo que muestre las otras expresiones humanas nuestras. Unas expresiones muy cercanas para nosotros mismos en sus formas ceremoniales; sin embargo, dejadas atrás por ese desconocimiento a la sabiduría de saber leer un buen libro. No quiere recuperarse asimismo el placer por apreciar las otras miradas de los hombres; ellos, prodigiosamente sensibles y decaídos en este paraíso perdido. El simple placer por recrear una humilde obra, esculpida simplemente; entre muchos alambres, entre algunas hojas de ocobos marchitados. Gritar con los símbolos y las señales; lo tanto que nos aqueja a cada rato en la estancia donde no lo pasamos aburridos. Viejos de caras rugosas en las ventanas del sin movimiento entretenido. Ver otra vez esa delicia por sentir un buen cortometraje; bajo la tarde de un cielo encendido y desnudo; desnudo y tan limpio como las sirenas de una Odisea hundida, absolutamente olvidada por los hombres. La fantasía de este día haciéndose entonces una realidad latente y persistente a nuestros ojos desorbitados. Y aquí ese sueño de Rayuela hacerlo una gran verdad para su juego existencial. La vida entendida como un juego muy serio. Mover la piedra del andar y llegar pronto al cielo del arte y del nunca jamás. Salirnos asimismo de este círculo absurdo que ideamos nosotros mismos con una rutina inexistente y difusa. Trastocar así pues todos los laberintos de Borges y bifurcarlos más adelante; entre muchos días revestidos de complejidad y desconcierto espiritual. Hacer de cada mañana una mañana renovada con la confianza de seguir hacia atrás o hacia adelante como lo hacía Juan Rulfo en su novela; Pedro Páramo. Pensar aquí en los fantasmas del más allá, talo como lo hacía Hugo Ruiz en medio de su pesadilla imperfecta. Saber que morir es escasamente dejar de ser vistos. Esta sabiduría del mismo maestro de las letras, Hugo. Entender ahora a Charles Dickens; rodeado de muchas almas muertas, forjadas por su propia invención espejada. Hacer enseguida del surrealismo una realidad alterna, junto con el pensamiento; recubierto de confianza en el ser humano. Recordar y creer ciegamente en los ángeles de Tomás Carrasquilla. Ver la desesperanza de Jorge Eliecer Pardo en sus cuentos que tratan sobre el secuestro constante. Sentir la prosa exuberante de Héctor Sánchez en cada recreación suya sobre sus noches en casa de María Antonia. Retomar de una buena vez sus obras, siempre cargadas de estío providencial. Saber que este lustroso escritor de mi tierra soleada es un buen descubridor del romance trágico. Al final del principio pues ver un poco más allá del fin del mar.
Sobre el resto, sobre la ciencia, para mí saber es querer con la bondad del corazón. Retornar obviamente a los escritos de Sócrates. Luego comprender que no sabemos nada más que estar equivocados en las simples invenciones para nuestro orgullo, imaginado y simple en cada error. Volver igualmente a Miguel de Unamuno; dejar entonces atrás; sin mucha ambición, los tantos Dioses que aún ideamos; que aún no somos lógicamente desde la vanidad. Vernos solamente entre la pequeñez de pulgarcito y los siete enanitos. Saber desde aquí lo vulnerable que es un ser humano ante la misma naturaleza inmortal. Gritar por otra parte la necesidad de conocimiento artístico y filosófico a nuestros semejantes. Hacernos por fin ilustres tras cada día desahogado en los desprecios indiferentes. Descubrir que la humildad es sinónimo de sabiduría, humidad; un sinónimo de verdadera grandeza. Ir así pues hacia los conversatorios de ciencia y letras, gestados por la Biblioteca Darío Echandía, para cada rato ansiado de un mejor día. Sentir algo de nostalgia cuando las bibliotecas están solas y sin muchos libros en las estanterías. Hacernos más ratones de pensamiento y hacernos menos bohemios en un tiempo que ya se va borrosamente en su perdición. Difundir el conocimiento propio al que no sabe; hacerlo entre la tinta y el papel, más para estos motivos del hoy donde nadie toma un poemario de Luz Estella. Hacerlo por todos los rincones de esta pequeña estancia musical; aparentemente ochentera desde su memoria de crítica; tanto en lo individual como en los social. Saber hablar, sólo así, hablar sobre periodismo investigativo. Hablar sobre política en las muchas calles de la tercera límpida de rosas. Procurar menos crítica dañina. Inventar más creación significante. Tratar por lo demás, algunas otras transfiguraciones para esta sociedad revertida, cuyos ideales vayan en procura del beneficio de todos estos habitantes despreocupados. Hacer quizá una transformación del sistema general en los individuos de poco conocimiento intelectual. Hacer más libertad en los muchachos de estas generaciones que se vienen otra vez. Edificar eso sí, estas muchas ideas, junto al estímulo de artículos densos, escritos más bien entre las profundidades culturales. Sacar a relucir muchas reuniones, sobre crítica social, sobre los demás documentos de corte periodístico.
En estos problemas de cultura; dar al mismo tiempo, mayor rescate de participación a los ciudadanos. Ello puede ser una clarificada muestra sobre las dolencias de un pueblo que ansía más inteligencia y menos ignorancia. Ponernos aquí de manos al trabajo en los jóvenes y en conjunto, entre los hombres, quienes desean ser escuchados. Abrir más ríos de musicalidad por donde la palabra brille como una luciérnaga sobre el ocaso de estos días persistentes en desgracia. Hacer un ocaso más tolerante, hasta cuando despunte por fin, algún alba de verdadera cultura. Esa tiene que ser la posible salida del túnel espectral. Ir tras cada parte humana, contra los paradigmas mal colocados en esta sociedad de risas lamentables. Dejar esa fantasía de la fama de una buena vez. Dejar la opulencia propia para siempre. Muchos terminan allí acabados en la misma locura que se inventan ellos mismos. Hay otros que se lo pasan esclavos ante los medios masivos de comunicación. Muertes culminadas ya entre los perseguidores, entre los fanáticos; los supuestos héroes del descontrol mediático. No hay entonces muchos de pensamiento en los seres humanos de esta nueva generación; zombie, una generación muerta y viviente, para su misma sin razón. Así que son pocos los que se levantan de la pesadilla; quienes salen a recorrer su destino en procura de una mejor existencia; ella, algo más humana, algo más igualitaria, algo más bien pintada de justicia.
Rusvelt...
jueves, 8 de abril de 2010
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