domingo, 4 de abril de 2010

LA RULETA DEL PURGATORIO

La libertad no puede ser fecunda para los pueblos
que tienen la frente manchada de sangre.
Víctor Hugo

La intensa noche de lluvias ensangrentadas, aún prosigue su curso, aún concurre en la ausencia del acentuado fin culminante, por tanto, esta presunta oscuridad resentida, no se quiere acabar para los hombres, quienes se lo pasan viviendo entre ella, quienes aún andan pisando la criminalidad y la persistente indecencia de destrozar los cuerpos de sus semejantes. Así que ahora, mientras cruzo los pensamientos del latente presente, siento razonable empezar por relatar, algún lejano amanecer de sucinto insomnio, siempre elaborado por el tejido memorable de la inacabada violencia, quizá una pesarosa violencia paseándose a su antojo por las calles, las residencias y las selvas de los lamentos, gritando luego entonces por los cerros y los desfiladeros de esta Latinoamérica, otra vez, desconsolada para su silencio persistente, otra vez, saturada de tapujos deprimentes, tras el desboque impensado del desplazamiento y la residente hambruna que ya se va regando como un rompiente mar de lodo y desgracia sobre nuestros ojos desorbitados.
Asimismo, hay pues para esta gran complejidad de vidas rotas, una alterada guerra de poderes, siempre residente a su forma en lo redondo del mundo, donde bien es cierto, decir, no se sabe hasta cuando cese este homicidio de verdades lacrimosas, cierto, quien sabe hasta cuando se acabarán las muertes siniestras, junto con el enterramiento de las malas acciones, ellas, gestadas con las manos y las mentes culpables, obviamente porque es allí, entre la virtuosa conciencia, donde renacen las indecibles pesadillas o las inspirada fantasía de la bondad, que ya vamos procurando lentamente y de vez en cuando. Desde luego hay una verdad que vamos avizorando ansiosamente, entre todos y cada uno de nosotros, como cuidadosos habitantes de sentido analítico, habitantes del explícito saber, donde vamos y nos cruzamos a diario por esta irresuelta aldea global de lenta evolución preciada para el beneficio de todos.
Pero bueno. Sí o no. Es trasparente toda esta poca gracia que aún tiene nuestra esfera terrestre. Por lo tanto hay que develar lo que se piensa a las otras entidades pensantes, similares en igualdad, pero ellas, algo indiferentes al amor por las letras. Así que en este momento, no sería malo evocar, nuestro empobrecimiento social y cultural del país, además, entre otras sabiendas de vergüenza, será también bueno, manifestar los inacabados genocidios que se hicieron a los campesinos durante la acrecentada violencia, otra vez, muy persistente para nuestra Colombia del hoy y del ayer, quien sigue con sus víctimas todos los días y todas las noches. Ya enunciaba entonces Andrés Caicedo en alguna de sus obras; el horror es para mí un lugar común. Luego hubo de quitarse la vida con unas pastillas donde fue sufriendo mucho más que su mismo encarcelamiento cuando estaba en su cuerpo enflaquecido. Se perdió a su resultado un literato de significancia social y proletaria. Lo perdimos entre la vaga muerte de este purgatorio. Para mí cada vez más escandaloso. Otro aporte sobre la violencia y el secuestro, sería algún conocido relato que trata, Jorge Eliecer Pardo, Escritor del Líbano, habla sobre las masacres, ejecutadas a los desaparecidos; ellos, entonces, los sin nombres, sin rostros, ni rastro. Y ellos retirados bajo el cementerio que no existe. Así que sólo como abre bocas ya no se dice por aquí en mi tierra; muy buenos días, compadre, como amaneció, ahora es todo lo contrario, terminas pronunciando; ole, hermano, uy, que milagro, ¿amaneció? Dios mío, pero sí es cierto, amaneció, bueno, por lo menos, hoy sí estamos muy de buenas ambos, no.
Ya para los otros tiempos, que no acaban de ser andados, bajo el mismo cause ennegrecido de terror, vemos aquí al desorganizado país de mi patria boba, siempre resquebrajado como un espejo oscuro y otra vez agónico para su acentuada decadencia, presentida, ante la reiterada ferocidad del capitalismo y el ansioso poder individualista. Simplemente saturados por las muchas conciencias recurrentes en la vida, presenciada, sin más que este otro mercantilismo posesivo y el desbordado materialismo ansioso. Luego estaría ese reiterado consumo de medios vistos a diario en la televisión y el internet donde las firmas de los ricos van ofreciendo ya otros estilos tendenciosos de poco erguimiento intelectual y racional. Así que por el otro lado de la luz, hay mucha indiferencia de propiedad moralista, entregada ante los otros seres semejantes, ellos, mal librados en este nuevo despertar de la misericordia. Esto quiere decir además que hay apenas unos pocos hombres de buenos puestos, bien refinados y acomodados con sus corbatas y sus trajes, manejando la memoria del pueblo oprimido, un pueblo sin memoria, como Funes el desmemoriado, quien se sabe entre la miseria de tragar aire y morirse de a poco o solamente irse de esclavo como uno más y de los tantos que se van a lustrar las botas de los capitalistas industrializados.
Además es cierto lo siguiente, pasa este hecho, porque no hay más alternativas sobre quehacer alrededor. Así que siempre vamos y nos encontramos inmersos bajo una colonización de nunca acabar. No es así. Mira nomás. Antes eran los españoles con sus látigos y su explotación a los negros y los indios en las minas y en las haciendas de los potentados. Que miseria tan desarraigada. Para que ocultarlo. Ahora pues, como otro trasluz persistente y resonante, vemos este nada más, que vivir sin algún destino bien trazado, sólo vivir sin un sentido esencial, andar escasamente como simples entes viciados en función de una sucursal extranjera, morirse con los horarios pesarosos, casi sin uno darse cuenta, quizá también, como última opción, ponerse a vender en las calles y los locales, estos otros productos traídos dizque del antiguo mundo.
Pero que bien. Recuerdo al Funes de Borges otra vez porque ha revivido para no ser ya olvidado nunca más. Aquí entonces se ha vuelto memorioso hasta siempre. Es claro que el pueblo deja las cosas atrás y sin embargo no deber ser así. Hay es que pensar con detalle. Hay que devolvernos al recuerdo sagrado. De lo contrario nos veremos obligados a repetir la historia que nos precedieron y dejaron los ancestros. Igualmente el relato habla de que cuando se está bajo la singularidad del insomnio es cuando vuelven a los hombres las impresiones de su pasado más hondamente. Y sí. Ya decía Borges en su libro de ficciones que el recuerdo es una evocación anterior en estado presente. Quiere decir que cuando se vuelve a dicha memoria se hace presente otra vez por medio del pensamiento y la intuición del alma, oscura o luminosa, alma que sí existe, al menos de una forma etérea, por lo cual, allí mismo, van siendo emanados, más que nada, los sentimientos de nosotros constantemente. Bueno. Sí. Pero que es esto reconocido como alma. Pues muy sencillo. No ves. Tal y como lo dice Kardec en su libro de los espíritus. Son los seres inteligentes de la creación. Pueblan el universo fuera del mundo material. Eso quiere decir que somos nosotros mismos. Por lo demás ha de ser entendido que somos almas inmortales. Eso sí. Claro está. No viene a tratar temas de teología. De lo contrario hubiera tratado los relatos de Borges, tanto los teólogos y como el inmortal.
Por mi parte, sólo quiero dar una pequeña referencia sobre lo mucho que somos y de lo cual nos olvidamos de vez en cuando. Quiere decir esto que hemos resistido muchas existencias hacia el ayer y que, pese a todo, aún nos faltan muchas experiencias y épocas por vivir hacia el después, para así, mejorar en la relación con todo lo que nos corresponde.
Ya retornando al silencio de la noche, vemos en nuestra Colombia, mucha gente, escasa de intelecto cultural y sin gran elucidación crítica. Eso parece estar ausente entre ellos mismos. Asimismo concebimos demasiados jóvenes extraviados sobre el quehacer por sobre los días del mañana. Hay en la mayoría de ellos muy poco discernimiento de corte pragmático en sus interioridades espirituales hacia el siguiente paso de progreso existencialista, tanto individual como de forma colectiva. Pues ante todo somos una sola telaraña de procederes encadenados en sociedad. Igual. Tuvo que mostrarse, Jean Paul Sartre, ante el mundo, para manifestar esta esencial idea: El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo. Eso sí. Todo no es color de solas rosas blancas y rojas. Más porque esta en sí, este otro lado del espejo, la maldad y el odio de los individuos, una maldad, erradamente gestada por la misma ignorancia egocéntrica y déspota, estancada, en ellos.
Así que en este mismo país de luchas y sufrimientos, si hay, por ahí, entre toda la orbe de seres humanos, esclavizados y acallados a las malas, algún resurgimiento de por lo menos cierto hombre filosófico y trasformador, quien vaya y se levante para gritar las verdades derrotadas de su patria, si hay además cierto orador veraz, quien se muestre quizá como otra forma de mirada social, vienen entonces, aquí, los del otro movimiento, ellos, los del sentimiento impositor y frívolo, luego, se le acercan con sospecha y ya lo van dejando sin rastro por la vida, sin sangre corriendo por sus venas, tras el propio resultado de la furia mal fraguada. Desde luego queda también sin más voz de libertad enfrente de la multitud amada. Que desgracia ver la sangre a cada rato enfrente de la misma historia. Esto nomás lo vemos simplemente en el caso de Jorge Eliecer Gaitán. Hombre elocuente, muerto en el reiterado abril de 1948. Lástima sentir caer un ser de tanta propiedad racional para el beneficio de los mal librados. Y sí. Me gustaba soñar sus esperanzas, cuando decía vivamente en el fervor sus muchos discursos políticos: Yo no soy un hombre, soy el pueblo. El pueblo es superior a sus dirigentes. Estos aforismos dichos por el bien de todos.
Así pues, una realidad más bien acentuada, para recrear a su manera, un país de otros sentimientos y otras ilusiones, un país más igualitario, donde no lo pasamos, verlo ya sin más indiferencia y ambiciones particulares. No sé muy bien. Pensar más en los otros tristes. Sabernos en los otros pobres como si fuéramos nosotros mismos de algún modo. Pero bueno. Aún hay suficiente humanismo ni suficiente espiritualismo por el momento. Así que Este otro hombre de bondad asesinado al frente de su propia gente. Que cobardía y falta de simpleza, sobre la razón general.
Ahora bien, vuelvo aquí, hacia los latentes ayeres de tiempo ancestrales, precisamente cuando usábamos taparrabos y narigueras en el cuerpo mestizo, llegaron entonces, algún día cualquiera, estos españoles viciados y llenos de pestes negras. Se acercaron a los indios con sus armaduras plateadas. Luego fueron pisando estas tierras ajenas para sus ojos de asombro y para su gran desconcierto sentimental. Cruzaron a su manera los bosques inhóspitos de otras tierras santas. Hubieron de toparse con otros loros desconocidos y con los leopardos veloces entre la espesura de las ceibas. El murmullo de los monos rubios mientras tanto resonando exuberante en la gran selva vivía. Inspeccionaron al mismo momento todo lo que vieron a su alcance. Fueron arrojando ya sus pocas porquerías por el suelo. Se toparon enseguida con lindas mulatas de cabellos negros. No fue Pocahontas la mujer imaginativa de esta película americana. Fue más bien la hermosa chibcha de senos desnudos quien por ese entonces amantaba a su retoño de tres añitos. Ella en un cántaro edénico junto con otra mujer y bajo la sombra de los árboles primaverales. Los navegantes y muchos piratas de poca monta que iban hace un rato, montados por allí en los barcos, descubrieron esta belleza por fin, para su propia parte, así que ellos, pues en compañía de Cristóbal Colón, quisieron desnudarse también y sin embargo se contuvieron al rato. Fue su miedo al simple pudor. Esta curiosa chibcha además de ser sensual fue muy conocida ahora como América Latina. Mi América del sur, ella, ruborizada y coqueta en su misma belleza natural de flores orquídeas y labiales, bañada entre el suave rumor de la lluvia en rocío, proveniente de los cerros andinos y del norte fulgurante.
Igualmente, estos extraños intrusos, transcurridos apenas unos escasos años, fueron mostrando su poderío de guerra español y enseguida tomaron como propiedad suya, las muchas riquezas indígenas. Este hurto lo hicieron muy tranquilamente. Más que nada haciendo un simple trueque, entre espejos y demás baratijas, que llevaban de ellos, tras la posesión de sortijas, cadenas de oro y otras figuras ancestrales, para nosotros de gran importancia religiosa.
Al rato de las noches torrenciales acabaron pues casi con todo lo bueno que había. Hasta las mujeres más atractivas se las llevaron. Esto lo recuerdo del cine histórico. Nos dejaron escasamente las pestes y las lepras suyas. Eso sí. Dejaron aquí sus enfermedades como una plaga más para estos pobres indios de mi recuerdo. En fin. Nada de canela para ellos. Nada de riqueza espiritual en sus cabezas de pera. Igual. Ya para su mismo descaro altanero, terminamos como otros, indios más, pero esta vez, esclavizados, labrando para ellos, unas tierras que eran propias. En fin. Que ironía es la vida. No. Mis indios a la vez sumisos bajo el mandato de la supuesta, muy grande religión católica, para esta otras parte de España, obviamente, nada de respeto a las otras creencias. De hecho, cualquier ser humano de cabello totumo, que se resistiera a los reglamentos; cierto y claro, lo iban matando como si este fuera un perro de monte, como si este ser de amor, fuera un satanás de la biblia. Igual estará una bella frase de por ahí, muy oportuna, ella expresada así; La sociedad medieval se vio manipulada en su mayor mediad por; la iglesia. Aquí estaría entonces, claramente expresada la creencia religiosa de arremetedora imposición. Más porque hacia esos días pasados sólo nuestros, hubo soldados de la corona española, por su parte, allá mismo, quienes iban y le reventaban la cara a los pobres indios, sin la menor reserva. Luego pues quien sabe si hasta se los tragaban estos seres dizque civilizados en medio de su jolgorio impositor. Que miseria puede ser entonces el hombre que mata al hombre, por medio de la espada, claro, sin haber otra espada a su contra defensa.
En este momento dejo este largo pasado atrás. Ahora me voy, pues, hacia otro el lado del tiempo, un lado más lejos del espacio, esta vez, rodeado entre criollos y liberalitas, al fin, cuando apareció sobre la bella magia efusiva, un gentil grito de independencia. Ante este respetado alboroto, tras los otros días, la fantástica noche septembrina. Resuena a su rato Bolívar en las bocas de los hombres, que se quitan las cadenas de los pies. Sale del mismo fuego creador, un imperante libertador, él, intocable para esta humanidad de renovado orden. Es pues el primer presidente de Colombia y el único bueno que ha tenido. Además, dispuesto general y batallador, un luchador de las mil guerras y quebrantos, no rocín flaco, pero sí, una lanza al desgarradero, más gallardo y escudero que un pobre ternero. Bolívar fue entonces él, un gran seguidor del bien. Bueno. Estará después, asimismo, la batalla de Boyacá bien librada, entre muchas trompetas y disparos al sumiso corredor. Sangre a su motivo bajo las caídas de caballos y los cadáveres de bocas abiertas y ya con algo de moscas entre los brazos. Y Dios mío, sí, que viva, que viva, hasta siempre, la libertad y la paz de mi pueblo.
Finalmente, luego de sentir y presenciar esta lejana guerra, muy necesaria para la independencia de los criollos, mulatos y zambos, alrededor del país que nos asombra, tuvimos enseguida, para los otros años, que vernos inmersos en otra guerra, mal sabida y mal entendida, ella, fraguada ya bajo la completa independencia, fue en sí, una sola batalla civil, muy mal conocida en su derrota como; La guerra de los mil días. Una lucha de nunca acabar entre los liberales y los conservadores. Aquí hubo pues un crepúsculo de sangre más que en ninguna otra parte. Solos entre las hondas tinieblas del horror. Así que los tiros iban y venían ya, sin retaguarda alguna, pasando las laderas de Palonegro y Peralonso, luego entonces, las balas acertando de golpe en los cuerpos de los jóvenes y viejos combatientes de cada bando destructor. Al final de los días, cesan a su modo los muchos disparos, porque del alto cielo ceniciento, recordamos ver el sagrado corazón de Jesús.

Rusvelt...

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