jueves, 13 de mayo de 2010

EL PASCUALITO DE MI BURDEL

Quien siembra vientos
recoge tempestades.
Refran popular

El ayer de nuestra burda barbarie se tiñe solamente con el homicidio pecador del hombre ensombrecido. Las masacres así nomás se inventan día tras día junto al ritmo del dolor del sentimiento execrable. Sólo reina abajo de nuestro infierno una maldad adentro de todos los seres inhumanos. Eso pasa hoy bajo los días del desprecio del amor sensible. Los enemigos no lo pasamos todos llenos de enfermedades suciamente mentales. Así que del pasado del mundo se fueron deformando por lo pronto casi todas las torturas de lo horrendo atrás de la guerra toda violenta. Aquel ayer fue para mí entonces ese infierno alegórico de la biblia que pintaban los santos. Hace algunos días me pude ver además una película de bombas recién estalladas contra las muchas ciudades europeas. Eran unas masacres de lo más espantosas. Daban ganas de llorar en silencio. Luego tales explosiones del incendiario fuego se recaían contra la mayoría de una gente tristemente victimaria. Ya para mi extrañeza la cinta se llama Pascualino siete bellezas. De todos modos en mi caso de olvido me encantó toda aquella historia del protagonista disperso. El metraje me es además una absoluta machera de recuperación sociable. Pero sucede más mi encanto por lo algo lacrimoso de las muertes criminales. De por allí sólo se encendían los genocidios del desprecio a la vida pacífica. Luego pues se masacraban solamente a los humanos del otro dolor ajeno. Con tales muestras de la realidad se grita así nomás toda una extraordinaria perdición del hombre supuestamente moderno. Eran entretanto los presos de la guerra recién matados sin una misericordia que nunca existió con la dictadura del fascismo. Tal opresión de miseria me hace ver así entonces la degradación de la humanidad malvada. Ellos todos embarrados con los homicidios más putrefactos se sus agonías tan decadentes. Se revuelca seguidamente toda la sobrada ignorancia ante una belleza de lo universal. Luego de haber visto la cinta yo resuelvo la guerra como un real absurdismo que no tiene nada de restricciones mundiales. Lo pienso eso nomás tan fácil porque al hacer una matanza indiscriminada sólo de por allí suelta uno tras otro suicidio de puras muertes de lo mundano. Se pierde el sentido de pertenencia por los otros semejantes. Además con ello todavía se presiente el salvajismo del ser brutal que todavía mata sin pensar siquiera en saber lo digno de la vida. Luego todos los matones se ven cada vez más mal como si ellos estuvieran andando sin alma, entre la montonera de muertos; que ellos no se cansan de estrangulas tan burdamente.
Al entre tiempo, hablar sobre la dureza del homicida, ello, no revive sino nada más que una miseria de muerte contra otra miseria de muerte mundial. Eso de la miseria se da asimismo contra los asesinos equivocados. Ellos después resultan siendo matados de otra forma macabra tal y como ellos mataron muy regularmente su rebeldía. Dichas masacres del mal son representadas además atrás de la invención del Pascualino siete bellecitas. Y así tan ciertamente hay algunos hechos de terror entre las guerras y eso no sucede sino por la falta de la moral entre nuestro inframundo todo sombrío. Somos igualmente unas y otras razas con una sola vergüenza algo universal. Parece la gente sobradamente vacía de la sabiduría esencial. Pero lo peor de todo es que hay todavía una mayoría de muchedumbre yéndose de golpe hacia los abismos de la ignorancia. Sólo hay una oscuridad en los corazones negros de ellos. Al día del hoy pues sólo se sigue engendrando una tronca resolución de matar por matar, la otra vida del hombre. No hay tampoco resuelto casi ningún misionero de la liberación de la paz. Todo por aquí es una mentira tras otra fantasía en donde el fondo de la sociedad sólo procura un beneficia de sentimientos individuales y recién satisfechos. Tampoco por ahora no se viene ningún luchador honorable quien vaya procurando inventar una ciudad de mayores respiros tolerantes. Son ahora muy pocos los santos del intelecto y de la moral espiritual; por eso todavía ardemos en la llamas de una batalla, sin el aparente final de lo digno para las razas de la sin esperanza global.
Ahora nomás por aquí se sucede todo lo contrario de la razón más bien bondadosa. Hay contra lo bajo de una lucha brutal, sólo de golpe resistiendo el renacimiento de las muertes todas abruptas. De pronto luego la sociedad desordenada no hace sino sacar un pocotón de engendros llenos de maleficios. Y así son los seres malhechores quienes van yéndose siempre contra la paz mundial. Pero de su mayor ideal es el sistema de los políticos el que retrae al pueblo del olvido. De tristeza tras desgracia sólo se desboca ya un malestar de la pesadilla más viva del infierno. Hay entretanto una mayoría de tribus de pandillas que se lo pasan muriendo y matando bajo las sombras del brutalismo. Eso pasa por la falta de educación que no se imparte en las ciudades más atrasadas. Pero no son sólo los soldados de la pobreza los que sufren su propia derrota del crimen. Obviamente son además los reyes del dinero. Lógicamente son además los dirigentes de la guerra. Ellos también sufren su matanza intelectual de la derrota humanista. En todo caso así somos todos nosotros los responsables del crimen mundial ciertamente. Algunos niños son culpables de forma directa y otros niños son culpables de una forma algo indirecta. Pero son los perros manejadores de los soldados, ellos son los mayores responsables de la guerra furiosa. Desde luego es toda la ambición personal la cosa que hace asesino al apoderado. Esa locura es lo que hace matar gente inocente. Y mientras tanto hay unos mendigos que no dejan de ser matados. Y luego ellos muriendo otra vez abajo de incomprensión toda desordena. Por lo tanto aquí sólo se grita la horripilancia de una gente horripilante. Luego no resurge ningún ideal filosófico entre los seres indiferentes de la filosofía. Así que al día de hoy, no hace sino estancarse la evolución del espíritu mundano. Todo aquí es estaciona entre los vicios de la locura material. Todos y cada uno de nosotros, activistas del mundo, mientras tanto ni siquiera, decidimos ser una sociedad reaccionaria, que ayude al cambio del rumbo social. Menos mal que con la cinta de pascualino empiezan a salir algunas luces de reflexión mundial.
Sólo entonces así, tras el íntimo suceder de los días, hoy no me da pena decir de que la película, Pascualino siete bellezas, fue para mí una de esas mejores historias que yo haya podido verme dolorosamente entre las horas rotas. Hasta el ayer de mi vida me lo pasaba junto a unos instantes de arte y de amor a la literatura nomás. Era ver antes mi destino algo distraído del pasado enfermizo contra el mundo puercamente violento. Pero luego de mirar, al Pascualito de mi burdel, hay de golpe pegándome en mí una reflexión de moralidad contra mis ojos pacifistas. Ante ello resurge luego para mí otra vida no tan vacilante contra la muerte abominable del ser brutal. Ya una vez pasa la segunda guerra mundial sólo aquí se reluce la cara desvergonzada de los seres maléficos. Se siente toda cansada la equivocación del odio humano. Eran las muertes alemanas un aborto contra toda la sociedad del orden mundial. Las victimas de la inocencia se morían enseguida sin nada entre sus manos embarradas en muerte. Ante todo lo del ayer pues por una lógica de razón recomiendo ver la ensuciada historia de Pascualino. Lo digo porque mirar su vida es repudiar una guerra toda despótica. Lo pienso porque ver su calabozo es sentir todos los homicidios de la barbarie. Era esa la realidad que se paseaba a diario durante la dictadura del fascismo. Y la película de Pascualino es ante todo un grito de objeción contra la inmundicia de los militares nazis.
Ahora bien, si ingreso por otra puerta, yo concluyo hoy, una historia de pascualino con una sobrada indiferencia espiritual. Para su mundo se divertían los odios del robo y de la patraña. Tales espejos de un crimen suyo lo metieron solamente adentro de todo un recuerdo de gritos fatalistas. Pero pese a todo el drama de Pascualino me desprende en pedazos la carne de mi cuerpo físico. Y tal desgarro se sucede cuando él se sabe en los campos de la matanza alemana. Dicha desdicha suya me atrae desde luego un sabor a lamentos de compasión contra las víctimas. De hecho que más condena que ese abismo de Pascualino al momento cuando él tuvo que acostarse con la gorda toda militar. Para tal arrebato angustioso ya sólo digo que se tiene que ser muy berraco en la vida. Ya sobre lo absoluto pues el protagonista tuvo que revolcarse con esa catana de lo más puerca. Además al hombrecito pinto también le tocó ser humillado entre la intimidad para luego poder salir vivo contra toda esa manada de ratas negras. Sucede así entonces una melancolía porque al día de hoy todavía no se lucha por nada real entre los países que no son realmente hermanos. Pero lo peor del caso es que hoy se mata por unas cosas de vergüenza materialista entre los mismos hombres. Sólo se presiente nomás así la muerte miedosamente reventada contra la gente inocente de política. Luego se grita el interés individual contra otro poder más individual; por tal hecho, si miramos ahora, abajo de un trasfondo social, hay todavía hoy una sociedad de perdición, pero ella, sin saber llevar el rumbo de la paz del amor, entre todos los seres del mundo.
Luego por lo bueno de la novela de cine; yo me veo el drama otra vez y enseguida pues se me dan unas ganas de escribir algún relato con solos gritos de la libertad. Tratar de criticar la decadencia de los alemanes desprevenidos. Ver como todos ellos andan tan vacios del sentimiento ajeno a ellos. Saber como se pudrieron sus ideales entre el aroma del crimen de ellos contra la gente inocente. Pareciera además que su raza sólo estuviera matando con la enfermedad mental que ellos no se quisieren quitar tercamente. Hay entretanto el descaro del personaje casualmente urbano. Tal protagonista va saliendo de la ciudad napolitana. Eso de la pobre maldad también se paseaba por entre la ciudad de una desdicha italiana. Pascualino vive allí bajo los días abajo de la ricura entre las putas italianas. Era él un perro del barrio. Fue él además un abusador de nenas hermosas. Por eso Pascualino sufre después su miseria de calabozo enceguecido a causa de sus tan exageradas rebeldías. Sucede así de simplona su pesadilla existencial. De hecho él hubo de ser atrapado por un asesinato que cometió contra un ladrón de prostitutas. Luego su sin destino tuvo que ser atrapado por un grupo de policías todos justicieros del orden algo social. Ya tras los otros ratos del crimen la policía descubrió su aparente desorden de lo mundano. Así que ahí si se soltó su vació de guerra entre sus noches violadas de muerte.
Ahora bien, si hablo sobre las otras cosas del metraje, sólo digo nomás de que hay una historia toda guerrera recién empezando con un ideal de documental. De golpe se van pasando sucesivos recuerdos de los ejércitos nazistas. Las ilustraciones se expresan entretanto con la dictadura de la segunda guerra mundial. Al rato del después ya se pinta una ciudad puramente italiana y antecesora a una segunda guerra mundial. Ya durante el decurso de dicho orden histórico se va recreando un drama de convulsiones políticas. Lentamente el lector visual va deshilando un sistema italiano con ciertos desórdenes sociales. Por allí seguidamente se desnuda la vida nocturna de los burdeles. Además se muestra el espejo de los barrios marginados socialmente. Pero luego se gira todo contra una noche toda muerta. De pronto se inicia la matanza alamana adentro del territorio de la italia nazista al tiempo que se retrata por allí el hábito diario del protagonista adentro de su ciudad napolitana. Desde el ayer suyo pascaulino viene siendo mostrado como un galán que gusta de conquistar a las mujeres atractivas. Así que desde la juventud suya él ya se presiente todo un hombre rodeado de sexo con las mujeres hermosas de su ciudad italiana. Fuera de tal realidad suya ya sus años de madurez se saben bien acompañados al lado de unas amantes del cabaret. Por otra parte el vive con sus hermanas de las siete bellezas. Mientras tanto ya bajo los nocturnos de los burdeles él se pasea de lo lindo entre unas amistades algo traidoras. Por lo tanto su vida llevada sin escrúpulo lo vuelca enseguida hacia un vació de sobrada locura. Fue así entonces tan mal de dibujada la presencia de pascualino bajo un inframundo de sexualidad toda descontrolada; pero para mí, su apariencia de buenmozo, fue un estimulo por querer conquistar a casi todas las chicas linda; que cruzaba por entre las calles del camino de su perdición.
Ya más hacia allá de los sueños, hay volando por allí y hay soplando por allá, una realidad sin imaginación para el protagonista quien no amaba un romance serio con la mujer del amor devoto. El hombre era un gallo pinto de lo más varonil. Per todos los pedazos de sus acciones iban andaban andando sin ningún arrojo de lo preciosista. Se perdía la esencia del amor íntimo. Además por tal indiferencia de poesía yo veo luego como se disloca la madurez de su existencia. Y dicha caída de vida se representa por el accidente que tuvo con el rufián malévolo. Ahora pues la cinta de pascualito me retrata junto con los recuerdos su sociedad europea y ella algo suya. Era ver su ciudad algo absolutamente descarada del amor poético. Desde su pasado de hombre se gritaba era la infidelidad repetitiva. El mundo italiano de dicha época se distrae entonces bajo los suburbios de un real abandono. Tal indiferencia sucede por parte de unos hombres enfermos de riqueza material. Además sólo había un afán por vivir un poco de pasiones locas. Pero esas experiencias insensata no sirvieron casi de ningún beneficio ciudadano. Ahora entonces yo miro en siete bellezas una película con un trasfondo de pobreza italiana. Los muchos lugares de la miseria de las clases obreras son identificados muy oportunamente junto al hábito de un pascualino putañero. Era su ayer una locura de ir a putiar a cualquier hora desprevenida del rencor furioso. Hubo luego allá adentro del ayer una larga metáfora sobre la melancolía de la ciudad italiana. Por lo tanto hay que ir a ver la película varias veces entre la ficción del gusto por el cine social. Luego disfrutar nomás y algo tristemente un aire de putas penumbrosas y adelante del tiempo hay que sufrir ya la segunda guerra mundial tras cada tiro de gracia que sentía contra los inocentes presos. Así que para mí pascualino viene siendo obviamente para mí un clásico del séptimo arte. Además Pascualino resulta ser otra vez un clásico del cine más bien mundial y algo humanitario. Ante la dicha razón, sobre el arte social, pues sólo de golpe se recupera la reflexión para la humanidad; tomar algo de conciencia frente a una sociedad, olvidada del orden igualitario, luego pues inventar otra vida con metamorfosis solamente lindas y más sutiles en aromas vivos y no muertos.

Rusvelt...

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