martes, 4 de mayo de 2010

SIN HUMANIDAD Y SÓLO INFECCIÓN MUNDIAL

De pronto, el hombre, se hizo un ser carroñero
y él enseguida, quiso comerse toda su basura;
una basura, mal salida de su mente turbada.
Veltiskin

Durante la noche de mi otra noche presente ya no juego adentro el jardín del niño mundano, él, aún un ser contagioso y él aún algo descarado de su incultura. Obviamente hoy ya no hay casi ninguna fauna natural que se parezca a una mera tranquilidad habitual. Toda la lindura de los animales son devorados ahora por los seres humanos y ellos los matan con sus máquinas todas ruidosas. Las aves se mueren entonces de asfixia y las poquitas garzas que consiguen sobrevivir, sólo se van del hábitat de la vida hermosa. Ellas viajan luego hacia lo que poco queda del amazonas. Pero ellas también mueren allí ante una que otra pantera negra y de lo más feroz. Hoy en día pues la infección es demasiada y es el mamífero de dos patas quien daña lo poco que queda de los bosques y de los ríos vivos de música. Así todo lo bueno del medio ambiente lo dañamos toscamente imponiendo unas supuestas tecnologías de desarrollo no tan mundial. Matan hoy a las ardillas, los jóvenes descarados, con sus caucheras de medio tiro. Pero ellos tan niños y ellos sin una educación real. Luego la gente hace comida de perro con las chanditas que se pasean por las calles de las plazas de mercado. Los indigentes entretanto se comen hasta las hojas de los árboles de primavera y ellos luego hasta se tragan la basura, que dejan los vecinos de las casonas lujosas. Que pecado es verlos a ellos comiendo esos desechos que nosotros arrojamos distraídamente.
En todo caso hay una infección tan grande que hasta estamos dañando nuestra capa de ozono del planeta nuestro, no tan azul y si tan gris. Nos quedamos así nomás nosotros sin aire y hoy ni siquiera no ponemos a pensar en un mañana mejor. La suciedad es gigante y ella nos ahoga y nos contagia porque somos casi todos nosotros unos seres sucios, quienes inventamos a esa suciedad. Mira que el ser humano es todavía muy cochino y muy despreocupado, sobre lo que pasa para el otro mañana más negro que el ayer. Así que ahora tenemos que fraternizarnos más con la naturaleza mágica. Debemos querernos más entre todos los seres vivos del mundo y luego pensar pronto en una metamorfosis de vida más humana. Pero como todavía eso de lo lindo, todavía no pasa, yo así mejor me quedo en silencio con la escritura de las ideas sublimes. Y por esa razón yo no voy a bailar entre los árboles del bosque de los niños necios. Ni siquiera yo me asomo a las orillas de los lagos tan fangosos. Sólo veo a unos muchachitos todos arrugados fumando marihuana. Luego el pelado más viejo se pone dizque a meter kokaina y heroína para él dárselas de ser un hombre, pero de lo maduro. Eso no tiene ninguna gracia esencial. En mi caso yo sólo los veo a ellos por ahí desde la ventana de mi casa y de golpe ya me da miedo ingresar al jardín de los huérfanos. De pronto se pasea por allí un amigo bravucón de lo ajeno y me secuestra y enseguida me mata. Al sin final entonces termino siendo una comida más para algún indigente hambriento de por allí del bosque del abandono mundial.
De hecho yo ya ni camino lógicamente por ese sendero de la floresta del otoño con mi novia. Ella tiene una cara de dulzura y de pronto ella se empuerca toda fea si salimos a la calle delirada. Además si soy tan de malas que tal vez viene algún lobo todo vicioso y se me la roba con besos babosos. Ante esta ausencia pues yo que hago. Ponerme a llorarla no sería lo justo que me resuelva el problema. Además eso no arreglaría nada de lo mala y mis pataletas no me la traerían, ni sana, ni salva, ni alegre. Mejor entonces no nos paseamos por entre toda la basura del jardín con un poco de ardillas muertas.
Igual, antes ella y yo, éramos unos enamorados de sin tiempo rutinario. Fuera de eso había tiempo atrás, otros enamorados de turno, mirándose bajo las noches violáceas. Los unos se sentaban en los troncos y los otros se recostaban en los prados de primavera. Cada pareja se dejaba arrastrar con los arrullos de los cantos de los pájaros rojos y pintos. Pero ahora no hay sino mucha soledad, adentro de las ruinas nocturnas de la ciudad paranoica. Sólo se siente un ambiente de guerra y sólo se huele un sabor a putrefacción pesarosa. Luego se pasa por allí uno que otro ladrón quita cadenas de los más risueños. Entre esta veleidad pues ya ni los niños juegan a ser niños. Hoy desde que ellos son niños les toca jugar a ser adultos y ellos se ponen nomás que a recoger la porquería de la otra gente despreocupada del mundo. Y así unos niños dan pica y pala con el sudor de la frente y hay otras niñas que dan hasta su intimidad por unas cuantas monedas de pan y queso. Que mierda es esta mierda en la que todos nos revolcamos descaradamente. Al parecer cada ser de vida va muriéndose en la pereza de su deshora muerta.
Ahora miro por el balcón y desde lo alto casino no veo, ni animales, ni ríos llenos de una limpieza cristalina. Tal vez había más agua trasparente tras el ayer. Tal vez había más aire puro tras el pasado perdido. Hoy sólo hay desechos, bolsas plásticas, llantas rotas, niños abortados y otro pocotón de cosas tóxicas. De hecho hay otro espejo invertido. Aquí los adultos se vuelven niños y muchos de los suyos se ponen a meter bazuco y otro se siente a beber cerveza, sin nada de miradas amorosas, por hacer un mejor día de armonía. Así que cada uno metido en su porro de perico o en su porro de consumismo desbocado. A tal final del rio pues la esperanza se pierde y se aleja de cada rincón de calles olvidadas. Del mismo tiempo se desaparecen las muchas ideas imaginarias por el afán al dinero. No ven que dizque casi no hay tiempo para pensar porque hay que ir dizque al puesto del empleo encarcelador. La gente a su rato vive de lo más acomodada y ellos sólo procurando su beneficio del instante envolvente. Cada criatura ambiciosa de su conveniencia del estrato social y esa apariencia de espanto de que sirve si se es arrogante, hasta con la familia del amor querido.
Al otro lado de los tribunales; pues se sientan los políticos a tirarse vientos tan distraídamente y ya queda listo el sueldo del mes efímero. Eso quiere decir que las políticas andan distantes del pueblo naufragado. Teatros de presidencias que realmente no existen. No se lucha aquí en mi ciudad por construir un estado de progreso con resultados visibles. Todos prometen y prometen castillos en el aire y luego todo se esfuma como el espejismo de un mago todo lleno de trucos baratos. Sólo entonces se siente de que en lokombia no hay sino un circo de payasos quienes ellos, no para de hacer sus puras fiestas de marranos. Aquí y allá reina el facilismo y el aburrimiento que muchos sapos, que quieren seguir de mantenidos tan tragonamente. Pero nada de que brilla el sentido de pertenencia como unos seres humanos de ayuda, entre unos y otros amigos de creación grupal. Al contrario veo que por aquí lo que se retuerce es el egoísmo y la altanería del medio pelo canoso. Por lo obvio de lo obvio se resuelve en este jardín de marranos, una cochera de lo más destejida. No hay aquí nada de ningún juego esencial de vida ordenada, ni hay una vida respetuosa de humanismo. Al rato del rato, pues se pierde el respeto por las reglas del desorden sardónico, un desorden, que se impone muy ventajosamente por las políticas ventajosas. Sólo manda la patraña y el dueño del billete que de a poco se vuelve inútil. Por ese atraso del hoy hay hoy tanta toxicidad nacional y mundial. Tristemente, aquí y allí, no cesa de verse la prostitución, luego se aparece, una pornografía destapada, ella, toda hiriente y agresiva. Que lástima decirlo, pero sólo entonces, tales acciones y verdades, no hacen sino ofender, al hombre y a la mujer de la seriedad familiar. Eso corta la sensibilidad de alma de un solo tajo espantoso. Y por eso es que por eso se vine toda una avalancha de pudrición sobre la humanidad tan palidecida. Por eso hay enfermedad abajo de una aldea de globalización enfermiza. Nosotros somos asimismo unos partícipes violadores del descontrol ciudadano. No se reflexiona sobre la jornada del trabajo humanitario. Nos olvidamos de la vida ajena y ella ida al derrumbe de la otra muerte espantosa. Somos unos seres descarados y somos unos seres dañinos con las cosas dañinas de la mente dispersa. La gente quiere hacer nomás sus bravatillas de regalada gana. Pero del compromiso ciudadano nos olvidamos hasta al día del día cuando se mueren nuestros seres queridos. Y eso si es la tapa de la olla de la indiferencia brutal. El respeto del hogar se nos disuelve como una nieve a pleno sol de mediodía. Hay inventos y hay internet. Hay cosas sintéticas y hay robots. Pero hoy se nos olvida el sentimiento de humanidad; pero hoy no hay amor al mundo de la bondad. Entre tanto, bajo toda la mayoría de perdición del mundo, eso que decimos llamar ciencia política y humana, no es sino una mala película gringa, pero lo peor del caso, siempre presenciado la gente, una mala historia de Rambo.
Que desgracia entonces y que desgracia no ficcional, lo que sufre nuestra gente menos favorecida. Además veo que los políticos gritan voces de lucha por un orden social. Pero luego no hay sino más locura y luego no hay sino más libertinaje de escándalo nuclear. Mientras tanto, se sabe de muchos presidentes, gobernadores, alcaldes, entre otros políticos, ellos, luchando por subir al gobierno y enseguida casi muchos de ellos, suben al estrado arrogante y una vez allá, ellos, se enamoran del despoder monetario y de la corrupción amigisita. La fantasía por el dinero y la ambición por las tierras, los enloquece fatalmente, que al final de la ronda, terminan es dando vergüenza. Por eso a la noche de la noche de hoy, no vemos ni sentimos un mundo nada natural. Ni se siente el buen ambiente de la brisa yendo y viniendo sobre los ríos de un agua, agua que era ayer, tan cenicienta y tan traslúcida como las lágrimas del alma. Mi ciudad del desamor entretanto mi aldea fusilada ahora se mueve como una montonera de chatarra y otro montón de desperdicios mal olientes. Contra ello se suelta desde luego una furia de guerra desbocada. Una guerra como una crisis ante tanta contaminación industrial. Una guerra como un grito de libertad contra tanto despotismo humillante. Luego pues restalla una revolución social de ideales más dignatarios. Ya de golpe se suelta aquí una iracunda tronera de bombas contra la opresión de los enfermos del capital materialista. Fuera de dicho ideal se hace asimismo una reiterada petición, contra la propaganda estrambótica. La propaganda de la mentira facilona. El comercio del interés banal es constante. Pero el problema es que el pueblo no se da cuenta de que todo el pueblo debería ser un inmenso movimiento de liberación social. Todos nosotros debemos ser un movimiento de revolución con fundamentos de ideales humanistas. Tal fuerza de poder será la mejor obertura de solución, frente a la odiosa barbarie del despotismo inconcluso. De hecho el consumo nos corroe el estimulo del delirio individual por entre estos día de barbaridad. Casi todos los hambrientos nos volvemos amañados al hábito de comer una pura chatarra de lo superficial. Ese vicio lo hacemos a casi todas las horas del día. Siento así pues que la ignorancia se grita aquí sobre todos los abismos de una esquizofrenia golpeadora. Y más pasa con el hombre racional, él, vive ahora metido en su paquete chileno del mandato suicida. El suicidio lento nos ahoga lentamente con los vicios y con el descaro del mundanismo. Esas son las ruinas de nuestra noche perdida. Mientras tanto yo veo que mi jardín ya no es un jardín florido, sino solamente es mi jardín ahora, una montaña de puro hedor pestilente. Y sólo por ahí uno que otro arbolito, sin muchas hojas verdes, pero el arbolito, luego dando su algo de frescura a los desechables del sin rumbo de sus muertes y así ellos muriendo sin techo, sin comida, sin alegría, ellos, los indigentes del abandono agónico, muriendo sin vida. Al sin final, sólo entonces, nada de constructos libertarios, entre los hombres, todavía no humanistas; luego entonces, se recae así y allí, una noche desperdiciada sobre otra noche desperdiciada y ya nada de humanidad y ya todos sin paz mundial.

Rusvelt...

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